“El Espíritu de Dios sopla donde quiere“.
La búsqueda de huellas
es un camino en el que nosotros, los hombres, nos encontrarnos en el diálogo y juntos podemos descubrir al “Dios de la vida”.
La búsqueda de huellas
nos enseña a percibir y aprovechar las inspiraciones del Espíritu Santo en nosotros mismos y a nuestro alrededor. Tal como las aspas del molino reciben el viento y lo transforman en energía, así lo que descubrimos en nuestros propios corazones y a nuestro alrededor como signos del tiempo, es la “voz de Dios” que nos interpela y a la vez nos regala fuerzas y energía para darle una respuesta en nuestras vidas.
La búsqueda de huellas es un modo de meditar
- en pequeños grupos:
después de una oración motivadora, un miembro del grupo puede leer en alta voz, paso a paso, el texto que la acompaña y conducir al grupo en su meditación.
Las experiencias que conmueven a todos dan la oportunidad para continuar conversando. - en comunidades eclesiales o sociales:
al comenzar el encuentro echan una mirada sobre el camino recorrido en común. Lo que perciben en el grupo, lo pueden interpretar a la luz de la fe y encontrar allí inspiraciones y propuestas para transformarlas ulteriormente en acciones. - para matrimonios:
pueden hacer estos pasos al final de un día, en la reflexión sobre la semana u otro lapso de tiempo recién pasado. - personal:
puede dar hacer los pasos de la búsqueda de huellas en una forma adaptada a su situación.
“La búsqueda de huellas”
… ha nacido en grupos y círculos del Movimiento de Schoenstatt. El método está fundamentado en la convicción de poder descubrir las huellas de Dios en todas partes: en lo que vive en nuestro interior, en el encuentro con otras personas, con la creación; en los acontecimientos de las pequeñas o grandes historias, en los procesos de la ciencia y de la técnica.
¿Cuál es el método de la búsqueda de huellas?
Oración introductoria
Señor, te pedimos que nos hagas atentos a tu presencia en medio de nosotros.
Envíanos la luz del Espíritu Santo para que guíe nuestros pensamientos y para que nuestros corazones vean y escuchen.
1. Recordar
¿Qué me ha motivado, impresionado, tocado especialmente, en los últimos días?
En silencio, hago revivir nuevamente esas experiencias en mi interior.
2. Contar
¿Qué quiero contar a los demás?
Comunico lo que es importante para mí.
Escucho con atención lo que aportan los demás.
3. Descubrir
¿Qué me llama especialmente la atención en estos recuerdos?
¿Dónde puedo vislumbrar en lo escuchado las huellas de Dios, su cercanía, su belleza, su conducción, sus deseos, sus exigencias, su incomprensibilidad…?
Sobre esto puedo comenzar el diálogo con los demás.
4. Responder
¿A qué me siento impulsado? ¿A agradecer, preguntar, quejarme, pedir, regalar, cambiar algo en mí o en las circunstancias?
Medito en silencio lo que puedo hacer.
También podemos decidir juntos lo que queremos emprender en común.
Acción de gracias
Señor, te agradecemos el regalo de tu cercanía. Te pedimos que nos regales la fuerza para realizar aquello que hay que hacer, y paciencia para soportar lo que no entendemos.
Con María rezamos: “Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador”.
La búsqueda de huellas
es una posibilidad de descubrir al “Dios de la vida”.
Contamos lo que nos mueve: inspiraciones interiores, experiencias, acontecimientos.
Intentamos interpretarlo en la fe como un llamado de Dios.
Con esto nos situamos en la tradición bíblica, que atestigua que el Espíritu de Dios acompaña fielmente a los hombres y que está y actúa detrás de todo.
”Conversaron entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos. Él les dijo ¿de qué discutís entre vosotros mientras vais andando?” (Cfr. Lc. 24, 13-35)